LENGUA MATERNA II 2o A,B,C PROFRA ELSA
ACTIVIDADES A DESARROLLAR POR CONTINGENCIA
SANITARIA del 04 al 08 de mayo 2020
ASIGNATURA.
LENGUA MATERNA GRADO 2º GRUPOS: A,B,C
PROFESORA
ELSA NIEVA CICLO ESCOLAR:
2019-2020
APRENDIZAJE
ESPERADO: Selecciona, lee y comparte cuentos de la narrativa latinoamericana
Explicamos las acciones y las características psicológicas de los
personajes
INSTRUCCIONES:
LEE EL SIGUIENTE CUENTO Y ELABORA UN CUADRO COMPARATIVO EN UNA HOJA BLANCA OCUPANDO TODO EL ESPACIO DONDE DIVIDAS LOS APARTADOS CON : TIPO DE NARRADOR,
DESCRIPCIÓN FÍSICA Y PSICOLÓGICA DE LOS PERSONAJES, AMBIENTE, TIPO DE FINAL
(abierto o cerrado y explicando el¿por qué?)
EL
MAL FOTÓGRAFO
Juan
Villoro
(cuento)
Recuerdo a mi padre
alejarse del grupo donde se servía limonada. En las playas o los jardines,
siempre tenía algún motivo para apartarse de nosotros, como si los niños
causáramos insolación y tuviese que buscar sombra en otra parte.
Puedo ver su cara
recortada en el quicio de una puerta, fumando con desgano, con la rutina parda
del adicto que hace mucho dejó de disfrutar el vicio. Nunca se quitaba la
corbata. Para él las vacaciones eran el momento en que se manchaba la corbata y
no le importaba. Sólo se ponía otra al volver al trabajo.
Supongo que nunca se adaptó a nosotros. Nos tomaba en cuenta con
la calmosa dedicación con que alguien deja caer gotas azules en un acuario.
También el verdadero sol lo molestaba. Le sacaba pecas en los antebrazos,
cubiertos de vellos rojizos. No era un hombre de intemperie. Lo único que
disfrutaba de las vacaciones era el trayecto, las muchas horas a bordo del
coche. Entonces cantaba una canción sobre un caballo de carreras. Aunque el
caballo perdía siempre, su voz sonaba feliz y libre. Una voz hecha para el
camino.
Distanciarse estaba en
su carácter. Nunca lo vimos tomar una fotografía, pero las fotos que
encontramos muchos años después deben ser suyas. Estuvo suficientemente cerca y
suficientemente lejos de nosotros para retratarnos. Lo imagino con una de esas
cámaras que se colgaban del hombro y tenían estuche de cuero.
Las fotos recogen
jardines olvidados y casas donde tal vez dormimos una noche, en camino a otra
parte. Entonces éramos más rubios, más blancos, más antiguos. Una época pálida,
antes de que la fotografía a color se volviera enfática. A mi padre le iban
bien esos tonos indecisos, donde un coche azul parecía más gris de lo que era.
Nadie guardó las fotos en un álbum, tal vez porque eran malas, tal vez porque
pertenecían a una época que se volvió complicado recordar.
En las tomas aparecen
objetos que sólo a mi padre le hubiera interesado retratar. Las bancas, los
postes de luz, los tejados, los coches -sobre todo los coches- sobreviven mejor
que nosotros. Ciertas fotos oblicuas o movidas parecen tomadas desde un auto en
movimiento. El dato final y decisivo para asociarlas con mi padre es que
después no hubo otras. Una tarde subió a su Studebacker y no volvimos a saber
de él.
Las fotografías
aparecieron en un desván, dentro de una maleta con correas, estampada con
nombres de hoteles a los que no fuimos nosotros. Supongo que las dejó ahí para
que lo conociéramos de otro modo, para que supiéramos lo mal fotógrafo que
había sido, cuán frágil era su pulso, la falta de concentración que determinaba
su mirada. Un detective a sueldo hubiera hecho mejor trabajo.
¿Es posible que el
autor de las fotografías sea otro? No lo creo. La torpeza, el desapego, la
atención vacilante son una firma clara.
De mi padre sabemos lo
peor: huyó; fuimos la molestia que quiso evitarse. Las fotos confirman su
dificultad para vernos. Curiosamente, también muestran que lo intentó. Con la
obstinación del mediocre, reiteró su fracaso sin que eso llegara a ser
dramático. Nunca supimos que sufriera. Ni siquiera supimos que fotografiaba.
Hubo un tiempo en que
vivimos con un fotógrafo invisible. Nos espiaba sin que ganáramos color. Que
alguien incapaz de enfocar nos mirara así, revela un esfuerzo peculiar, una
forma secreta del tesón. Mi padre buscaba algo extraviado o que nunca estuvo
ahí. No dio con su objetivo, pero no dejó de recargar la cámara. Sus ojos, que
no estaban hechos para vernos, querían vernos.
Las fotos, desastrosas,
inservibles, fueron tomadas por un inepto que insistía.
Una tarde subió al
Studebacker. Supongo que cantó su canción del caballo, una y otra vez, hasta
que en un recodo solitario ganó, al fin, una carrera.
Tomado:
https://narrativabreve.com/2014/10/cuento-juan-villoro-el-mal-fotografo.html
02 de mayo del 2020
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